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Así es como México ha revolucionado la ciencia de los antivenenos

Según los expertos, las políticas innovadoras y la diversidad de la población de especies venenosas han dado lugar a nuevos tratamientos contra venenos en México, lo que constituye un modelo para otros países en desarrollo.



El biólogo Cipriano Balderas Altamirano sostiene una especie venenosa de escorpión de madriguera originaria de Oaxaca.


El rancho Ojo de Agua, en las afueras de la tranquila localidad de Agua Fría, en el norte de México, es el hogar de nueve perros, seis gansos, 12 canarios, 21 ovejas y 163 caballos. El extenso oasis de 1,6 kilómetros cuadrados es la herencia de cinco hermanos, el mayor de los cuales, Alejandro Alagón, compró los equinos en 2008 con un propósito específico: crear un antiveneno.


Desde entonces, estos caballos criollos probablemente han salvado miles de vidas humanas con su preciada sangre, un ingrediente crucial para elaborar antídotos contra las mordeduras de serpientes venenosas y las picaduras de artrópodos, dice Alagón, venomólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México en Cuernavaca.


Cada año mueren casi 140 000 personas por mordeduras de serpiente, muchas de las cuales son tratables con antídotos, según la Organización Mundial de la Salud. Los envenenamientos (término que designa las mordeduras y picaduras causadas por animales como las serpientes y los escorpiones) son también una plaga silenciosa: en 2017, la OMS añadió los envenenamientos por mordedura de serpiente a su lista de enfermedades tropicales desatendidas.


Los caballos de Ojo de Agua reciben duchas semanales, comen alimentos orgánicos y ricos en vitaminas y son controlados para detectar enfermedades.


Por eso, a lo largo del siglo XX, los investigadores mexicanos mejoraron e inventaron más de una docena de antivenenos que ahora se utilizan en Estados Unidos y otros países. En la actualidad, los antivenenos mexicanos se comercializan a través de las tres mayores empresas de antivenenos del país, el Instituto Bioclon, BIRMEX e Inosan Biopharma, que suministra al ejército estadounidense.


En México, los científicos "siempre han tenido un gran incentivo para fabricar antivenenos más baratos y seguros, porque tenían cientos de miles de personas al año que iban a utilizarlos si eran lo suficientemente seguros", afirma Leslie Boyer, venomóloga de la Universidad de Arizona, el estado con la mayor tasa de envenenamientos per cápita de Estados Unidos.


Alagón, que ha trabajado mucho con Bioclon e Inosan, ha inventado o mejorado 16 productos antiveneno, dos de los cuales han sido aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, en sus siglas en inglés).


Los científicos Vanessa Gómez Zarosa y Edgar Neri Castro sostienen una serpiente de cascabel neotropical de Veracruz en el Instituto de Biotecnología.


La glándula del veneno de una serpiente está situada detrás del ojo. Para ordeñar al reptil, los científicos le obligan a morder un objeto duro, liberando el veneno en un receptáculo.


"Mi investigación es lo segundo después de mi familia, aunque paso más horas en el laboratorio que con mi familia. El hecho es que, con los antivenenos, se salvan vidas y se disminuye el sufrimiento", afirma Alagón.

En todo el mundo, unos 50 laboratorios producen antivenenos, la mayoría de ellos programas financiados por los gobiernos en América y Asia. Los antivenenos, que constituyen una industria creciente y multimillonaria, suelen dirigirse a especies venenosas concretas, como varios tipos de cobras, víboras de fosetas o arañas viuda negra. Suelen administrarse al paciente por vía intravenosa.


A pesar de estos avances, México aún tiene margen de mejora, afirma Boyer: el reconocimiento y el tratamiento de las envenenaciones, sobre todo en las zonas rurales, sigue siendo deficiente, y las mordeduras y picaduras se contabilizan muy poco en los datos médicos.

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