Alimentos con un alto contenido de azúcar, sal e hidratos de carbono. Estas suelen ser las características que tiene la comida reconfortante (comfort food, en el mundo anglosajón), esa que nos atrae tanto cuando estamos tristes, estresados o deprimidos. Pero ¿por qué? Y ¿de verdad consumirlos nos reconforta?
Charles Spence, psicólogo experimental de la Universidad de Oxford, sabe bastante sobre la psicología que hay detrás del consumo de comida reconfortante. En su opinión, solemos asociar consciente e inconscientemente la comida reconfortante con recuerdos positivos.
En 2017, Spence publicó un artículo en International Journal of Gastronomy and Food Science en el que afirmaba que los alimentos reconfortantes suelen ser sencillos de preparar y, a menudo, se asocian con celebraciones pasadas. Por lo general, son comidas con gran cantidad de azúcar o hidratos de carbono, lo que indica que casi siempre tienen muchas calorías.
Otras investigaciones han colocado al cerebro en el centro de este deseo por comer comida hiperpalatable (muy sabrosa). Según un artículo que se publicó en 2020 en Physiology & Behavior, el cerebro posee una especie de “puntos calientes hedónicos”, regiones que amplifican la sensación de recompensa o gusto por los sabores apetitosos, incluyendo la comida dulce, salada y grasa. Esto puede provocar que suba la dopamina, aumentando nuestra motivación para consumir este tipo de alimentos. Siguiendo la lógica, el cerebro estaría incitándonos a consumir comida reconfortante todo el rato.
La dopamina es un neurotransmisor que tiene un papel muy importante en nuestro estado de ánimo y, tal y como se apunta en el estudio de 2020, también en nuestra inclinación hacia la recompensa y la motivación. Relacionado con esto, se ha visto que los alimentos hiperpalatables catalizan intensas sensaciones de placer. Como consecuencia, el cerebro nos anima a consumirlos repetidamente.
Además de aumentar la dopamina, se sabe que los alimentos hiperpalatables estimulan la liberación de insulina, cortisol (relacionado con el estrés) y leptina (relacionada con el hambre) y esto puede provocar el deseo de un alimento o un sabor concreto. Por el contrario, los alimentos saludables, que son bajos en azúcar y en sal, no hiperpalatables, no tienen este poder, por lo que nuestro cerebro no suele desearlos de la mima manera que sí querría un donut o una porción de pizza.
¿De verdad estos alimentos nos reconfortan?
En muchas ocasiones, ingerimos alimentos reconfortantes para tranquilizarnos o encontrar el consuelo que necesitamos. Pero ¿de verdad son útiles?
En un estudio que realizó en 2020 OnePoll se vio que durante la pandemia de COVID-19 dos tercios de los adultos estadounidenses comieron de manera consciente o inconsciente alimentos que tomaban en su infancia, para hacer frente a las dificultades del momento. Sin embargo, menos de la mitad (41%) de los encuestados afirmó recurrir a alimentos reconfortantes para "sentirse felices".
En otra encuesta que se hizo en 2022 a 2.000 personas adultas en el Reino Unido una de cada cuatro personas admitía comer alimentos reconfortantes al menos cinco veces a la semana. Eso sí, más de la mitad luego se sentía peor y un 57 % se arrepentía de haberlos comido. Esto parece indicar que la comida reconfortante funciona a corto plazo, con un subidón de dopamina, pero a menudo genera sentimientos de remordimiento y vergüenza a largo plazo, quizá porque las personas son conscientes de que estos alimentos no son saludables.
Por último, también se ha visto que cualquier alimento, sea o no hiperpalatable, puede subirnos inmediatamente el ánimo. Esta es la conclusión a la que se llegó en un estudio de 2014 publicado en Health Psychology. Los investigadores creen que podemos estar atribuyendo a los alimentos reconfortantes efectos sobre el estado de ánimo que se habrían producido incluso en ausencia de ellos.