La desextinción es un sueño de científicos conservacionistas y de escritores de ciencia ficción; con animales ha resultado ser un reto, de momento, irresoluble, pero el escenario podría ser distinto con las plantas.
Devolver a la vida a especies extintas es el sueño de muchos científicos de la conservación. En este sentido, no hablamos de recuperar especies que se extinguieron hace millones de años, como en Jurassic Park, ni siquiera los grandes mamuts lanudos que habitaban Europa durante la última glaciación. Hablamos de especies mucho más recientes, que deberían seguir existiendo, y que si no es así, es porque el ser humano, con su comportamiento, las ha extinguido.
El ser humano, causante de extinción
El ser humano ha llevado a muchos ecosistemas a límites insostenibles y ha provocado la extinción de múltiples especies, ya sea a través de la destrucción y fragmentación de los hábitats, de la explotación de recursos ambientales, de la contaminación, de la caza masiva, de la introducción de especies exóticas invasoras o del cambio climático antropogénico. Algunas de esas especies desaparecidas son bien conocidas y están perfectamente identificadas, como el dodo, el cuaga o el tigre de Tasmania.
Otras, sin embargo, pasaron desapercibidas para el gran público, como el ʻōʻō de Kaua’i, extinguido por la introducción de especies invasoras en la isla de Kaua'i, o el melomy de Bramble Cay, confirmada como la primera especie de mamífero extinta debido al cambio climático. Y existen otras muchas especies que llegan a extinguirse incluso antes de ser conocidas por la ciencia.
Para restaurar adecuadamente muchos ecosistemas, el papel que cumplían aquellas especies extintas necesita ser suplido, y en ocasiones lo es, por otras especies cercanamente emparentadas que ocupen los mismos nichos ecológicos. Pero esta adaptación no es tarea fácil y entraña graves riesgos: la especie introducida podría no encajar adecuadamente en el ecosistema y convertirse en invasora. En este sentido, la desextinción sería una solución deseable, aunque hasta ahora, para animales extintos, tristemente irrealizable, a pesar de todos los esfuerzos que se están llevando a cabo.
Pero las plantas funcionan de modo muy distinto a los animales. Presentan comportamientos que para los animales pueden resultar alienígenas. Prueba de ello es que la primera clonación de un animal —concretamente, una rana— se consiguió en el año 1952, mientras que la humanidad lleva clonando plantas miles de años. No debería sorprender que devolver a la vida especies extintas sea, también, una tarea mucho más fácil de llevar a cabo en plantas que en animales.
Probablemente, uno de los primeros objetos de estudio serios de la humanidad, junto con las estrellas, fueron las plantas. Hay descripciones botánicas que datan de más de 3000 años de antigüedad. El papiro egipcio Ebers, del año 1550 a.e.c. o el Ben Cao Jin de China, datado en torno al 500 a.e.c. son algunos de los escritos más antiguos que tratan sobre plantas. Pero fue en la Edad Media cuando el concepto se popularizó y comenzaron a proliferar los manuales botánicos, algunos ilustrados de forma exquisita. El conocido naturalista Carl von Linné (1707-1776), padre de la taxonomía y creador de la nomenclatura binomial, los llamó ‘herbarios’.
Sin embargo, hoy tenemos otra concepción del término herbario. El primer herbario moderno, antes de recibir este nombre, lo preparó el botánico italiano Luca Ghini, de la Universidad de Bolonia, en 1551, más de 150 años antes del nacimiento de Linné. Su técnica era rudimentaria, pero eficaz: depositaba muestras de plantas entre pliegos de papel y aplicaba presión sobre ellas con una prensa, para desecarlas. Una vez secas, conservaba las muestras en el interior de un pliego, debidamente etiquetado. Es, en esencia, el mismo procedimiento que se emplea actualmente.
Esta práctica se popularizó a partir del siglo XVII, y especialmente, del siglo XVIII. Las colecciones de pliegos pasaron a llamarse también ‘herbarios’, por extensión a las obras ilustradas y publicadas que recibieron ese nombre gracias a Linné, y posteriormente, adquirieron identidad propia. Al principio eran meras colecciones privadas, pero terminaron formando grandes repositorios donde se llegaron a coleccionar miles e incluso millones de plantas, en museos, universidades y centros de investigación de todo el mundo.
Actualmente, existe una completa red de herbarios por todo el mundo, muchos de ellos abiertos al público, que pueden visitarse y emplearse en investigaciones de todo tipo. Las distintas instituciones nutren sus herbarios a partir de ejemplares obtenidos por sus investigadores, por lo que suelen disponer de una amplia colección de muestras pertenecientes a especies del entorno natural próximo a la instalación, aunque a menudo también incorporan material a través de intercambios y préstamos con otras instituciones.
Cuando se conservan plantas en herbario, no solo se están preservando hojas y tallos; las flores, los frutos e incluso las semillas son susceptibles de ser conservados entre dos hojas de papel. Como llevamos más de 450 años conservando plantas de este modo, no es raro que en algunos herbarios estén almacenadas muestras de especies ya extintas en la naturaleza.
Esta es la idea que ha tenido un gran grupo de investigadores, liderados por la investigadora Giulia Albani Rocchetti, de la Universidad de Roma III, Italia, y que cuenta con colaboradores de 14 países de todo el mundo, incluido España: uno de los participantes es el botánico Leopoldo Medina Domingo, conservador de la colección de plantas vasculares del Real Jardín Botánico de Madrid.
En el estudio, han identificado 361 plantas extintas de las que aún existe material conservado en herbarios, para las que proponen un método de priorización de candidatos para la desextinción. La clave estaría en emplear semillas conservadas en estas colecciones que sean susceptibles de germinar, a pesar del paso del tiempo. Incluso aunque las semillas no fueran viables, si se consiguieran tejidos vivos al hidratarlas, hay métodos in vitro para clonar esas plantas.
Tras su exhaustivo análisis, han conseguido identificar hasta 556 pliegos de herbarios, pertenecientes a 161 especies distintas, que presentan semillas disponibles. El equipo de investigación, que ha publicado sus resultados en la revista científica Nature Plants, se muestra esperanzado y considera que esta lista de candidatos, así como la forma ideada para clasificarlos y priorizarlos, impulsen los esfuerzos de investigación hacia la primera desextinción de plantas de la historia.
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